Tras un par de años colaborando como voluntario en la Luchon Aneto Trail, además de conocerme perfectamente el itinerario del recorrido, tenía muchas ganas de completar esta bonita pero dura competición con inicio en la población francesa de Bagnères-de-Luchon. La carrera, juntamente con Trail2Heaven, conforman las dos únicas pruebas del Pirineo que transcurren por las dos vertientes del Pirineo. Ambas unen los valles de Benasque y Luchon, que históricamente han sido dos valles con fuertes vínculos culturales y económicos. Todo ello a pesar de no contar con ninguna conexión por carretera, solamente numerosos collados de montaña recorridos a lo largo de la historia por ejércitos, contrabandistas, peregrinos y montañeros.
El itinerario parte de los apenas 630 metros de altura a los que se sitúa el municipio francés, para ascender hasta los 3.010 metros de la Tuca de Molières. Alturas que muestran claramente la asombrosa muralla que representan los Pirineos en la vertiente francesa, los cuales se desploman vertiginosamente desde la península. Pocos minutos antes de las seis de la mañana los corredores nos reunimos junto a las populares Thermes de Luchon. El silencio destaca, hasta apenas unos segundos antes de la salida, cuando la megafonía empezará a sonar para darnos a los corredores una cálida salida por las calles de Luchon, todavía cubiertas de penumbra.
Los primeros kilómetros van ganando altura en busca de l’Hospice de France, pasando por un espectacular puente metálico que se suspende varios centenares de metros sobre el sinuoso barranco que forma el río de La Pique. Recorremos frondosos bosques de un verde intenso, con esbeltos y gigantescos árboles. Todo ello gracias al habitual clima húmedo de la vertiente francesa, que con frecuencia suele encontrarse cubierta por un mar de nubes. Pero en esta ocasión parece que vamos a disfrutar de una espléndida mañana, con amenaza de fuertes tormentas para la tarde.
Tras recorrer 20 kilómetros llegamos a Hospice de France (1.326 m), donde superamos el primer avituallamiento. En este punto da inicio el preciso pero duro ascenso hacia el Portillón de Benasque (2.445 m). Remontamos este valle glaciar por una espectacular senda hasta los ibones de Boums du Port, junto al Refuge de Vénasque. Poco antes de llegar al Portillón cruzamos las primeras placas de nieve de la jornada. Los ibones todavía contienen placas de nieve sobre sus frías aguas. Me estoy encontrando sorprendentemente muy cómodo y ya estoy en el Portillón, por lo tanto entrando en casa, el Valle de Benasque.
En lugar de emprender el descenso directo hacía La Besurta ladeamos hacía el Puerto de la Picada y posteriormente emprendemos el descenso. En apenas unos minutos me encuentro con Marco y Marina, dos buenos amigos que están colaborando como voluntarios en el avituallamiento de La Besurta (1.860 m). Así que recibo un trato de lujo, yo me preocupo de comer mientras ellos me llenan de agua la mochila.
Parto hacía la Tuca de Molières (3.010 m), momento en el que las nubes empiezan a desarrollarse notablemente y se evidencia una posible tormenta de tarde. Supero el Forau d’Aiguallut y pocos minutos después de superar el Còth deth Hòro o Collado de Toro y justo cuando nos adentramos en el Barranco de l’Escaleta volvemos a encontrar una placa de nieve. Aunque a partir de los Ibones de l’Escaleta la placa de nieve será constante. Lo cual vivo como un auténtico regalo, ya que me encanta correr sobre nieve y además me siento muy cómodo en este terreno. A pesar de que la mayoría de corredores usaron crampones durante el ascenso en mi caso descarté usarlos, aunque sí que los llevaba en la mochila. La ascensión al Molières es muy suave y la nieve estaba muy blanda. Alcanzo la cima, donde aprovecho para saludar a los Gendarmes que están en este punto como voluntarios.
Posteriormente me lanzo al descenso, disfrutando como un niño. Descender corriendo sobre la nieve es un auténtico gustazo y además se avanza un buen trecho. En pocos minutos estoy en el Plan d’Aigualluts y sin darme cuenta llego de nuevo en La Besurta. Sin comerlo ni beberlo ya llevo en las patas 40 kilómetros y la fatiga aún no ha hecho acto de presencia. Marco y Marina me repiten una asistencia de lujo y me despido de ellos, volvemos hacía Francia.
El regreso tiene lugar por el Puerto de la Picada (2.477 m), este ascenso fue el único punto de la carrera que se me hizo pesado, de hecho avance bastante lento por el serpenteante camino. Alcanzado el Puerto el clima cambia bruscamente, niebla y frío. Además se observa una tormenta sobre el Valle de Arán, el cual tenemos enfrente. Desciendo rápido hasta el Pas dera Escaleta (2.398 m) donde un repecho nos aproxima a la Tuca dera Escaleta (2.469 m). En este punto iniciamos un largo descenso hasta Hospice de France (1.326 m) en medio de un magnífico entorno. Ciertamente se hace complicado disfrutar de la panorámica al avanzar corriendo, pero el espectáculo es tal que resulta inevitable levantar de vez en cuando la vista.
El descenso ha pasado factura, pero solamente faltan cerca de 14 kilómetros para alcanzar la meta. Así que avanzo decidido, estos últimos kilómetros de regreso son exactamente los mismos que hemos realizado por la mañana. Poco después de Hospice hay un duro repecho, pero nada que no se pueda salvar con una motivación por las nubes. Precisamente es el momento en el que la tormenta empieza a dejarse oír con más frecuencia. Poco antes de llegar a Luchon me alcanzará un buen chubasco. Dada la proximidad a la meta ya no usaré ni el paravientos. Afortunadamente la lluvia hace una pausa y me permite alcanzar la línea de meta con un gran ambiente de público tras 12h 36’ 15” siendo el 31º SE H y el 62º de la general.
Una carrera muy recomendable de la que me quedo con muy buen recuerdo. Además pude disfrutar de unos parajes extraordinarios los cuales nunca me canso de visitar, la vertiente francesa del Pirineo es una auténtica joya. Los voluntarios y organización me propiciaron un trato exquisito y qué decir del par de infiltrados que tenía en La Besurta ¡Correr así da gusto!
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